Año CXXXIV
 Nº 48.958
Rosario,
lunes  04 de
diciembre de 2000
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El personaje
Expedición Robinson y el show de la vida

Por su protagonismo. Si bien Sebastián Martino se llevó los laureles del juego de supervivencia que planteó Expedición Robinson y los 100 mil pesos del premio mayor, el verdadero protagonista del programa fue el mismo programa. Porque el resultado final es anecdótico en medio de la propuesta de vivir de la caza y la pesca en una isla desierta. Porque aunque Sebastián ganó en buena ley su trofeo, la atracción del programa no se centró en los personajes en sí, sino en sus reacciones ante la naturaleza y ante sus propios congéneres. Dos instancias que Expedición Robinson supo resumir con maestría para acaparar la atención de la teleaudiencia.
Por su representación. Tanto Sebastián como el programa en sí funcionaron como un termómetro de las pasiones y las miserias de los argentinos. Seba representó, según los alegatos de sus propios compañeros a la hora de votarlo para consagrar al campeón, la sinceridad, la calidez y el fair play, esto es jugar limpio por el solo placer de jugar. Por su parte, el programa representó a la sociedad argentina, porque supo combinar personas de muy diferentes sectores sociales, niveles de educación y normas de convivencia. Todos y cada uno de los protagonistas quedaron expuestos en sus creencias y sus valores conformando el excéntrico y heterogéneo mosaico que es la Argentina de principios de milenio. Un país donde abundan los Sebastianes, las Pickys y los Adrianes, pero donde también pululan los Armandos y las Consuelos.
Por su alma aventurera. En una sociedad que intenta alocadamente masificar los comportamientos como una forma de control social, que modela las reacciones para evitar los conflictos siempre latentes, que le pone coto a las emociones, Sebastián y Expedición Robinson demostraron las estructuras más profundas del espíritu humano. Aquellas dispuestas a jugarse por una idea, aquellas que no le temen a la contingencia, aquellas que buscan en la aventura una forma de expresar la eterna inquietud de vivir, de querer que las cosas sean, de una vez por todas, diferentes y mucho más excitantes.
Por su empuje. Todo el mundo hizo mutis por el foro porque nadie quería aceptar una derrota inicial. La referencia no es a las 16 personas que lucharon por ganar la competencia sino a los productores, quienes no podían creer el rating alcanzado en la primera emisión de Expedición Robinson. Pero a fuerza de juegos de inmunidad y de bienestar, los poco más de 16 puntos del 2 de octubre fueron trepando hacia los 25.7 del viernes 30 de noviembre. Un triunfo que si bien se esperaba fue muy difícil de conseguir.
Por ser diferente. Más allá de los vencedores y los vencidos, el programa se dio el lujo de diferenciarse exponencialmente de la actual oferta televisiva con su combinación de ficción y realidad. Porque Expedición Robinson está lejos de ser un reality show, está mas cerca de ser un reality game show cuando es, en suma, un programa de ficción realizado con trozos de la realidad. Así consiguió lo que las telenovelas y las miniseries no han conseguido hasta ahora: romper con los moldes del relato ficcional a través de la siempre inesperada reacción del ser humano.


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