Año CXXXIV
 Nº 48.952
Rosario,
martes  28 de
noviembre de 2000
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El matador
Guillermo Coria juega, gana, gusta y convoca

Alejandro Cachari

Segundo set: Coria se impone a Berasategui 6/1, 4/5 y saca 30/40. Está a punto de perder el servicio y dilapidar la ventaja;set point en contra. El primer saque del juvenil argentino se estrella contra la red y ahora viene el segundo; cargado de presión. Un servicio profundo es demasiado arriesgado y uno débil arrastra el peligro de una devolución ganadora y adiós parcial.
Ace de Coria. La pelota da en el fleje interno; Berasategui no lo puede creer. Finalmente el Vasco, terco como sus entrañas, se quedará con el game e igualará el partido en sets. Pero ya hubo una señal. Ese segundo saque ganador le contestó a las dudas y a la presión. Primer síntoma de jerarquía.
Octavo game del último parcial: Coria saca 15/40 y pierde 4/3. El partido está a una pelota de irse al demonio. Y con él, el sueño de Guillermo. La racha está a un tris de cortarse en el partido menos deseado. Un saque ganador, un winner, otro saque ganador y un toquecito para igualar en 4. A esta altura ya no caben dudas. El temperamento se condice con la jerarquía. Las características extratenísticas conviven con la capacidad innata. Se está en presencia de un jugador con todos los atributos imprescindibles para llegar muy lejos. Quizás haga falta un poco más de físico, pero eso aparece con el tiempo.
Rodillas sobre el polvo de ladrillo y el saludo a lo Marcelo Salas, su ídolo de los tiempos de River. Su juego tiene mucho del Chino Ríos para seguir con las referencias trasandinas. El saltito, generalmente desde el revés, le mete toda la fuerza del cuerpo a la pelota, el impacto llega justo en el instante preciso y utiliza la velocidad que le dio a la pelota el rival. Resultado: un balazo contra el fleje imposible de contestar.
Concentración para hacer uso y abuso del revés de Berasategui, el talón de Aquiles del Vasco. Cada vez que Alberto se corría para pegarle de derecha, la pelota volvía con una terrible violencia contra el drive del ex finalista de Roland Garros en el 94.
Se sabe que a los españoles hay que ganarles, ellos no pierden solos. Mientras haya una lucecita ahí están; prendidos.
Más de 3.000 personas en el mítico Buenos Aires Lawn Tennis, allí donde sólo unos pocos tenistas argentinos pueden ufanarse de haber derrotado a la presión, a las sensaciones, al recuerdo del más grande deportista argentino de todos los tiempos: Guillermo Vilas, claro.
Ese es otro dato revelador. Alcanzan los dedos de una mano para enumerar a los tenistas criollos que fueron profetas en el Buenos Aires.
Allí, en el mítico escenario de Palermo, fracasaron el talento inconmensurable del zurdo Franco Davin, la osadía de Horacio De la Peña, la potencia de Guillermo Pérez Roldán, la derecha devastadora de Squillari.
Allí sólo se ufanaron de la localía Vilas, Clerc, Mancini, Jaite (a veces), Gumy y... Y Coria.
Tiene pasta, toda la pasta. Posee un padre conocedor del ambiente que puede guiarlo por el camino que corresponde.
Ahora es el momento de afrontar de lleno el circuito internacional. Después de la Gran Copa Ericsson llegará la gira australiana en el cemento de Sydney y el rebound ace del primer Grand Slam de la temporada. Mejoró casi 700 puestos en un año. Se llama Guillermo Coria, es convocante, tiene un juego moderno, es temperamental, talentoso, la cabeza se relaciona perfectamente con su capacidad natural. Lo espera la gloria, el rival más implacable.



El festejo de Coria, a lo Salas.
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