Año CXXXIV
 Nº 48950
Rosario,
domingo  26 de
noviembre de 2000
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Palabras trabajadas en el tiempo
Dos libros de poemas de Jorge Isaías
A la reedición de Crónica Gringa, el escritor nacido en Los Quirquinchos sumó Nuevos poemas de amor

Mercedes Gómez de la Cruz

Hace ya treinta años de la aparición de La búsqueda incesante, primer libro de Jorge Isaías (Los Quirquinchos, Santa Fe, 1946), quien desde entonces no cesó de publicar sus obras, de las cuales Los oficios de Abdul (1975), Un verso recordado (1988) y Crónica Gringa, son algunos de los títulos más conocidos. Este último libro, aparecido por primera vez en 1976 y reeditado ese mismo año, hoy puede ser considerado como el más importante dentro de la prolífica obra de este autor. Su quinta edición ha aparecido este año, en versión corregida y aumentada, a través del Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral.
Aún cuando según Daniel García Helder la poesía de Jorge Isaías está hecha para los propios antes que para los de afuera, la importancia de Crónica Gringa dentro del panorama de nuestra literatura, tanto de la provincia de Santa Fe, como de la literatura argentina en su conjunto, tiene su punto de partida en aquella premisa de Cesare Pavese que dice: Pinta tu aldea y pintarás el mundo. De allí el hecho de que los poemas de Crónica Gringa puedan ser abordados sin tener en cuenta las referencias biográficas de su autor. Por el contrario, como dijera César Actis Brú, estos poemas se dirigen hacia la transfiguración de un hombre universal, mediante la proyección de un paisaje ligado a las fibras íntimas de lo humano.
En cuanto a la ubicación de Crónica Gringa en el panorama de la literatura nacional, su trascendencia se vincula con la recreación de un capítulo de la historia argentina: el que se refiere a la pampa gringa. Así lo admite Jorge Isaías en su prólogo, titulado La historia de un libro, cuando dice: Independientemente de esta historia personal, creo que este libro aspira a ser una metáfora de todos los pueblos de la llanura santafesina que los entendidos llamaron «pampa gringa». Una metáfora que, como señalara el poeta Juan Manuel Inchauspe, está hecha de palabras trabajadas a lo largo del tiempo, vividas con el cuerpo, rescatadas por la memoria. Y allí, precisamente, se encuentra la clave de este poemario: en su profundo trabajo en favor de una recuperación de la memoria.
Sin embargo, este retrato de la llanura santafesina no implica una caída en los lugares comunes del pintoresquismo, sino que se trata de una recreación lúdica del tiempo, de la que el poema Recordamiento del pueblo es un buen ejemplo: En el pueblo no quedaron/ ámbitos intactos:/ ni amigo ni furor ni noviecita./ En el pueblo pasó el viento/ -el del Otoño-/ y barrió todo (hasta los gestos)// Lo demás lo pienso/ o me lo invento.
Por otra parte, la vigencia de la obra de Jorge Isaías no se agota en este libro, sino que persiste a través de su continua labor en la palabra poética. Tarea que se torna ardua y riesgosa cuando se desarrolla dentro de la tradición de los poemas de amor -que son casi un género, según dijera el mismo autor en el prólogo a su libro Poemas de Amor, editado por primera vez en 1979.
Actualmente, con la publicación del volumen Nuevos Poemas de Amor (Rosario, Artemisa, 2000), Jorge Isaías asume una vez más el desafío que implica adentrarse en el discurso amoroso. Ahora bien, ¿por qué escribir -y publicar- poemas de amor es un trabajo arduo y de riesgo?
Porque la experiencia amorosa reside en el escenario de lo íntimo y de lo cotidiano, pero al mismo tiempo conserva mucho de maravilla. Escribir poesía de amor es un trabajo arduo porque el peso de la tradición de este subgénero poético puede llegar a ser aplastante, si se tienen en cuenta los versos escritos desde los tiempos del Rey Salomón, y su Cantar de los Cantares, hasta las baladas románticas interpretadas en nuestros días. A pesar de ello, Isaías camina a través de ese territorio tan frecuentado dispuesto a enfrentar el peligro de caer en las trampas del lugar común y del golpe bajo. Trampas que logra sortear gracias a su oficio de poeta.



La cosecha en Los Quirquinchos allá por el 30.
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