Año CXXXIV
 Nº 48949
Rosario,
sábado  25 de
noviembre de 2000
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El centro vacío y modorra en los barrios. En el río, los balnearios a full
Un paro con aire dominguero
Las únicas que trabajaron fueron las amas de casa: barrieron las veredas, como todos los días

El segundo día del paro nacional mostró ayer en Rosario un clima por demás de dominguero. El centro, completamente vacío durante toda la jornada. En los barrios, modorra. Las únicas que trabajaron desde las primeras horas de la mañana, como es habitual, fueron las amas de casa, barriendo las veredas. El sector balneario de la zona norte fue el único que se mostró más dinámico, sobre todo a partir del mediodía, momento en que salió el sol a pleno. Allí la medida de fuerza no se hizo oír. Imperaron las ganas de tostarse en la arena, navegar, correr y caminar por el paseo ribereño, y picar algo en un puestito ambulante de la costa.
La Capital empezó la recorrida muy temprano por las calles de zona sur. Allí, donde la avenida San Martín es el centro comercial por excelencia, reinaba la quietud. Persianas bajas y negocios cerrados eran el paisaje recurrente, interrumpido sólo por la escasa actividad que ofrecían las estaciones de servicio de la zona.
Desde 27 de Febrero hasta Uriburu por momentos se sentía aun más parsimonia que en un domingo. Porque en esos días al menos las ferreterías, las panaderías y las carnicerías abren para cubrir las expectativas de quienes quieren dedicarse al arreglo de la casa o a hacer un asado. Pero ayer, ni siquiera estos locales levantaron las persianas.
Los vecinos, sin embargo, salieron igual a tomar el fresco en la vereda. Algunos munidos de sillas saborearon el mate, otros fueron más allá: anduvieron en bicicleta, caminaron y hasta aprovecharon la oportunidad para ver, casi en penumbras, las vidrieras.
Quienes sin dudas se mostraron más activas fueron las amas de casa. Aquellas que no encuentran excusa que les impida barrer la vereda cada mañana, no hicieron paro tampoco en esta oportunidad.
La avenida Circunvalación, desde el sur hacia el este, se mostró bastante desolada y tranquila. A cada lado, los barrios se veían igual. Cuando sobre el mediodía los nubarrones desaparecieron y se despejó el cielo, la imagen de los chicos jugando a la pelota en la calle era prácticamente una figurita repetida.
Cortando la paz vehicular reinante, en la intersección de Eva Perón y Circunvalación se notó un cierto acelere en el tránsito. Nos vamos a Funes, dijo desde su auto y con toda su familia a cuestas Rafael Kueter. Nosotros a Roldán, agregaron los Santini. Ambos testimonios reflejaron la decisión de las cientos de familias que acostumbran a instalarse en el verde de esas dos localidades y que esta vez repitieron el rito, a pesar de la medida de fuerza nacional.
Al llegar a Parquefield la dinámica se volvió a tornar pueblerina, con desérticas calles durante las horas del almuerzo y también en momentos de la siesta.

A puro sol
Dejando atrás el obrador del puente Rosario-Victoria, quien ingresó ayer a la zona balnearia por el norte de la ciudad, no tuvo que hacer grandes esfuerzos para darse cuenta de que, en ese lugar, la fisonomía de Rosario nada tenía que ver con el resto.
Desde el muelle de Costa Alta, unos pocos se animaron a cruzar hacia la isla. Pero en el balneario La Florida la cuestión fue más movida, y tomó el ritmo típico de un domingo con el transcurrir de las horas.
Debido al paro, lo único que rompía la rutina era la ausencia de gente bajando del colectivo en la puerta del balneario, con la sillita a cuestas. Pero hubo quienes se las arreglaron para llegar al río de todos modos. Se tendieron a pleno sol -después de una primera jornada de paro con lluvia sin tregua- tomaron mate y leyeron el diario como en el más tranquilo de los días.
Los puestitos de venta de pescado desplegaron sus productos a full y, en la rambla Catalunya, directamente se adelantó el verano. La playa se llenó de gente, los bares fueron abriendo sus puertas mientras avanzaba la tarde y los vendedores de hamburguesas y choripanes no perdieron la clientela.
Lejos de los balnearios, en barrio Echesortu, se volvía otra vez a una inevitable calma. Un viernes sin ruidos y con todos los negocios cerrados hizo casi irreconocible a esa zona tan comercial de la ciudad.
Ya en el centro, y casi cerrando la recorrida por las calles de Rosario en el segundo día del paro nacional, en bulevar Oroño los caminantes se podían contar con los dedos de una mano.
El sector del parque España y del Monumento a la Bandera, también era una típica postal de domingo. En los muelles, como siempre, un puñado de pescadores, y la zona del puerto, desolada.
Desde la Estación Fluvial durante la jornada salieron en más de una oportunidad las embarcaciones hacia El Banquito. Ese punto de la isla que ya se hizo tradición para los rosarinos durante los fines de semana, también fue ayer el escogido por los amantes del sol.
El parque Urquiza se convirtió una vez más en la pista de atletismo de los corredores y caminantes amateurs. No faltaron aquellos que habitualmente se llevan las reposeras y las canastas con los sándwiches a todo espacio verde. Tampoco los ciclistas, los habitués del picadito, los rollers y los que no hacen un paso por el parque sin su perro a cuestas.
No hubo dudas. Luego de las aguadas primeras doce horas de paro del jueves, el panorama cambió ayer ciento ochenta grados. La expresión de más de un vecino fue parece un domingo. Aunque sin misas, ni los clásicos partidos de fútbol, las fotos de cada rincón de la ciudad les dieron la razón.



El sol invitó a los rosarinos a disfrutar de la playa.
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