Año CXXXIV
 Nº 48.943
Rosario,
domingo  19 de
noviembre de 2000
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Un grupo de jóvenes historiadores dirigidos por Alberto J. Pla y una obra imprescindible para conocer la historia de Rosario
La construcción histórica de una ciudad
"Rosario en la Historia", que acaba de publicar la Universidad Nacional de Rosario, ofrece en dos tomos un estudio minucioso del pasado local desde 1930 a la actualidad

Alberto J. Pla

La presente obra sobre la historia de Rosario la hemos querido presentar, de manera deliberada, como Rosario en la historia, que si bien puede querer decir la misma cosa, implica un énfasis o casi diría una toma de posición más profunda, que contiene variables metodológicas y teóricas muy directamente asumidas. La polisemia contenida en la palabra historia, o sea para designar lo que sucedió en una época o una determinada sociedad, y al mismo tiempo para designar el conocimiento y la narración de aquello que sucedió, es algo que los historiadores discuten desde hace ya mucho tiempo, no encontrando una solución para encontrar términos distintos a los efectos de referirnos a una cosa u otra. Esta polisemia a veces produce efectos paradójicos en los que escriben sobre la historia y no es superfluo, por lo menos, en dejarlo señalado.
Los historiadores conocemos desde hace mucho que se puede identificar o verificar a un dato, a una información concreta, incluso a una tendencia relacionada a ciertos aspectos de aquello que aconteció, pero no se puede hacer lo mismo con respecto a la interpretación de aquello que sucedió. Los cómo y los porqué siempre están acuciando al historiador. Y ello hace que el discurso histórico esté inscripto, se lo quiera o no, en los parámetros que son consustanciales con la formación teórica y metodológica del autor.
De tal manera que para una historia de Rosario en un determinado período (en nuestro caso a partir de 1930), es necesario enfatizar que se trata por definición, de una historia local o regional. No obstante, ya decía Gramsci en sus Cuadernos de la Cárcel que toda historia es siempre una historia mundial, en el sentido de que cualquier historia particular tiene vida y se la puede comprender solamente en el cuadro de una historia mundial. ¿Cómo ignorar que en el período que abarcamos en este trabajo se suceden cosas tan significativas y tan influyentes en la sociedad argentina, y por ende en Rosario, como las consecuencias de la crisis de 1930 y el crack de la Bolsa de Nueva York, o la segunda guerra mundial con la carga de todas las tomas de posición ideológicas y políticas, o la guerra fría posteriormente, o la caída del muro de Berlín y el hundimiento de la URSS stalinista, o la confrontación entre democracias y dictaduras que tan trágicamente han signado la historia latinoamericana?
De todas maneras, la noción de corte cronológico es delicada. Porque en realidad en la historia, entendida como el estudio de los procesos de cambio en la sociedad, no hay verdaderos cortes, como si se pudiera utilizar una tijera para dividir períodos absolutamente acotados. Esta visión estática de la historia niega o ignora el hecho de que las variables a considerar se han venido gestando en un período anterior al del supuesto corte cronológico. Porque aquello que pasó antes (en lo inmediato y también en el largo plazo) es parte de lo que vendrá en el período que acotamos para estudiar. Y por cierto, una cosa es hacer referencias a acontecimientos o procesos nacionales e internacionales, y otra muy distinta que los mismos hayan sido señalados en función de la propia historia de la ciudad y la región de Rosario, en la cual centramos el enfoque.
Así, el criterio de periodización utilizado permite ubicar la historia local en las coyunturas especialmente nacionales, y si las cronologías son eminentemente políticas, es porque remiten a un público general, aunque también tiene una pretensión abarcadora en el ámbito académico.
El estudio realizado trata de articular una serie de temáticas, enfoques y debates, alrededor de la cuestión local, partiendo de la premisa que este espacio denominado Rosario es un espacio histórica y socialmente construido. El hecho de repensar la ciudad como una construcción histórica inserta en el espacio nacional y a veces protagonista privilegiada de aquello que podemos denominar lo nacional, es evidente que no se construye sin intencionalidades, sin juegos deliberados de los que viven en ella, y que esta perspectiva obliga a indagar cuáles son sus elementos constitutivos, las relaciones que se generan entre ellos y los efectos que tales interacciones producen en los espacios físicos y sociales, poniendo especial énfasis en los actores sociales y las prácticas que éstos llevan a cabo.
Creemos que el conocimiento de la historia como suceder o como procesos de cambio en la sociedad, no es algo ni solamente objetivo ni solamente subjetivo. En cuanto a lo que aconteció simplemente es así. O fue así para decirlo en tiempo pasado, ya sea el más reciente o uno más remoto. Otro problema es el de la manera en que el investigador selecciona los datos o los hechos para darle relevancia.
Por otra parte que la obra comience en 1930 no es una arbitrariedad, sino una considerada ponderación de factores. Es obvio que no podemos ignorar la Historia de Rosario de Juan Alvarez que abarca casi toda la década de los años treinta y que es además una importante obra que hace un enfoque amplio ya que se inicia con la colonia para terminar en 1939. El hecho de que comencemos este trabajo con la crisis de 1930, no implica ni un intento de empalmar con el libro de Alvarez, lo que sería imposible dadas nuestras diferencias metodológicas o incluso ideológicas con dicho autor, ni tampoco se trata de una elección fortuita de la fecha.
En 1930 se producen hechos altamente significativos en la historia argentina, por ejemplo: 1) hay un golpe militar que va a iniciar una época de recurrentes intervenciones militares en la vida de la sociedad argentina; 2) hay un cambio a veces no asumido conscientemente, pero de hecho impuesto por las condiciones mundiales o internacionales en donde ante la falta de capacidad económica de los países dependientes, algunos como Argentina comienzan con su política económica a favorecer lo que se ha llamado un crecimiento hacia adentro sustituyendo el modelo anterior de crecimiento hacia afuera, y si este último ponía énfasis en el comercio exterior, la nueva situación de crisis hace que se inicie sistemáticamente (aunque ya había antecedentes previos) el intento de un autoabastecimiento y de resultas de ello, el mercado de que se dispone es el mercado interno; 3) los cambios en lo social y demográfico que nos muestran migraciones internas amplias y que van a permitir un desarrollo urbano que a veces adquiere características explosivas, lo que redundará en transformaciones importantes en la composición de las clases sociales. Y todas las consecuencias que se derivan de esta simple enumeración.
Además, al escribir sobre lo acontecido en la historia, lo estamos haciendo desde el presente y escribir en el presente sobre el pasado implica la necesidad de asumir el problema de los tiempos que afectan al propio historiador. Así, en toda época en que los cambios son de envergadura, aparece un dramatismo social que se expresa en la inseguridad y la visualización de lo contemporáneo como un desorden más o menos incontrolable. El orden está cuestionado ya no desde un punto de vista solo intelectual, sino que afecta nuestras vidas y nuestras concepciones del mundo y de la vida. Lo que hace imprescindible asumir la provisoriedad de las verdades asumidas.
Las ideologías de la modernidad con sus certidumbres y sus seguridades de orden y el statu-quo, se encuentran hoy en una crisis que sólo atinan a explicarla como el advenimiento de un período de caos. Ya no existen las continuidades seguras, el desarrollo rectilíneo y lineal que alimentaba la idea de progreso es de una incoherencia manifiesta y los parámetros culturales de hace casi dos siglos son puestos bajo el microscopio de la crítica de diversas maneras, pero abriendo el camino para el surgimiento o el afianzamiento de valores nuevos.
En nuestro campo y relacionado a lo anterior, la supuesta objetividad del historiador es entonces puesta en cuestión de forma generalizada. La necesidad de una supuesta e imposible imparcialidad en base a la posible objetividad es cada vez más un contrasentido. Y de allí se deriva la necesidad de asumir que la subjetividad tiene a su vez un espacio, ya sea para expresarse como para simplemente estar presente y hacerse sentir de manera eficiente.
No obstante queremos relativizar todo esto que ya está en la esencia de las confrontaciones en el campo de las ciencias sociales, y recuperamos la necesidad de cierta objetividad, pero que en nuestro caso se define por el hecho de que hemos buscado y tomado en cuenta todos los elementos que se podían encontrar, sin discriminar ninguno a-priori. Por el otro lado nuestra subjetividad (o mejor dicho la de cada uno de los autores) es algo que asumimos conscientemente y que tiene que ver con la selección de lo que a cada uno le ha parecido más importante, significativo o valorado para ser rescatado en un relato. Esta subjetividad está asentada en una metodología de investigación y en una teoría de la historia que no hace falta justificar aquí, ya que no es el objeto de esta obra.
De tal manera que esta presentación de Rosario en la historia (en el período acotado a partir de 1930) no es solamente el resultado de una investigación histórica, no es solamente una historia fáctica, no es solamente una narración de situaciones específicas, no es un ensayo en donde se compromete más la opinión del autor que la presentación de lo sucedido, sino que se trata de todo eso y más aún. Para un lector atento surgirá, de manera diversa pero presente en cada capítulo, cuál es la ubicación de los autores v sus preferencias en el tratamiento de los temas de la historia de Rosario.
No obstante hay grandes ejes comunes que han sido irrenunciables y hacen que podamos presentar en su conjunto este trabajo. Por ejemplo nuestra posición democrática y de condena a las dictaduras que sufrió Argentina (y por consecuencia Rosario), así como tampoco hemos tolerado la corrupción o la malevolencia política. Nuestra subjetividad frente a estos grandes problemas nos hacen tomar posición y no la eludimos.
Somos conscientes que entregamos una obra polémica (por otra parte qué obra de historia bien hecha no es polémica, aunque aparentemente no polemice) y tenemos la esperanza o la expectativa que la conozcan muchos rosarinos en primer lugar, pero también muchos que no lo son.

(de la introducción a "Rosario en la historia").



Un grupo de docentes encaró una obra ambiciosa.
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