Si nos remitimos a Emile Benveniste, quién afirma que el discurso tiene como condición principal la intención de influir de alguna manera en el otro, se podría decir que en la actualidad esta práctica ha caído en descrédito. Por lo menos si referimos al ámbito de lo público, en donde parece que la palabra ha perdido todo poder fuerte de persuasión, para vincularse a un espacio caracterizado por la frivolidad y el exhibicionismo. Del argumento racional al impacto de lo estético, de la pasión del discurso a los clichés vacíos, en síntesis, del poder de la palabra al poder de la imagen.
En este sentido es sugerente la aparición reciente de dos libros que recopilan decenas de discursos que, en cierta medida, han marcado la historia mundial y de nuestro país: Los discursos del poder (Norma) de Liliana Viola, que reúne unos cincuenta discursos pronunciados por diferentes personajes de la vida pública internacional y Grandes discursos de la historia argentina (Aguilar), una recopilación realizada por Luciano Privitellio y Luis Alberto Romero, que remite a momentos clave de nuestra historia a través de las palabras de sus personajes.
Dos enfoques
Una de las condiciones que da entidad a un texto como tal, es la existencia de un lector capaz de darle significado más allá del sentido que le asignó el autor. Y las lecturas cambian con los tiempos. Se podría decir que estos dos textos comparten una misma significación del presente: se trata de documentos históricos del momento en que todavía el valor de la palabra no había entrado en decadencia.
Claro que los enfoques, expresados en los diferentes modos de organizar la selección de los discursos, varían entre uno y otro libro, y predisponen a lecturas centradas en la consideración de aspectos disímiles.
La selección realizada por Liliana Viola en Los discursos del poder está regida por un orden establecido a través de los escenarios en donde los actores se expresaron. De este modo los capítulos se dividen no por una sucesión cronológica o una remisión ideológica, sino a partir del contexto espacial de producción: asamblea o tribunales como recinto propicio para la expresión de ideas, ante la presencia de multitudes en donde lo emotivo juega un rol destacado, en los recintos del poder caracterizados por la sobriedad de las palabras destinadas a convencer o motivar, en el campo de batalla como espacio para la arenga al sacrificio y los emitidos en funerales, homenajes y aniversarios post mórtem. Cada escenario encierra un estilo propio. En cada uno el orador construye su estrategia a partir de ciertas reglas claramente definidas en relación al espacio público y los interlocutores.
Así, las diferencias de tipo político e ideológico que pueden expresarse entre un discurso de Hitler y de Lenin, o de el Mussolini y Malcom X, por ejemplo, y hasta los contextos históricos de producción, pasan a segundo plano en pos de una mirada estructural centrada en los aspectos formales y estéticos del discurso.
En cambio Privitellio y Romero han organizado la selección de los textos que componen Grandes discursos de la historia argentina de un modo diferente. Una sucesión cronológica que parte del discurso de Diego de Zavaleta del 30 de mayo de 1810, luego de la revolución y que culmina con el de Fernando de la Rúa el 10 de diciembre de 1999. En el medio aparecen Manuel Dorrego, Juan Manuel de Rosas, Hipólito Yrigoyen, Perón, Videla y hasta Mario Eduardo Firmenich, entre muchos otros. Si bien la elección de los discursos está regida por cierta arbitrariedad como no podía ser de otro modo la intención de los autores, por ellos expresada, se basa en tomar aquellos que de alguna manera han sido catalogados como tradicionales y que han tenido un fuerte impacto en su época. Una selección de discursos tendiente a mostrar algunas de las formas de discurso que en cada época ha sido consideradas como las más comunes. Sin embargo lo más destacado en la lectura del libro, remite a un más allá de las formas y evolución del discurso político en distintos momentos, y permite, a partir de las huellas dejadas por la palabra, una reconstrucción de los climas, las ideas y los diferentes estados del debate político a lo largo de la historia Argentina.
Pese a los estúpidos
Algunos de ellos son llamativos como el realizado por Perón, titulado por los autores como: ...pese a esos estúpidos que gritan, realizado el 1º de Mayo de 1974 donde el líder improvisando un discurso y abandonando el que ya tenía preparado atacó duramente a los jóvenes imberbes. El libro reproduce no sólo las ya conocidas palabras de Perón, sino las respuestas con cánticos de los Montoneros en una especie de diálogo particular que expresa el grado y tipo de conflictividad política por aquellos años.
La crisis de la palabra ha sido caracterizada como un síntoma de nuestra época. La falta de credibilidad y el desinterés por los discursos políticos es un rasgo que se suele lamentar o celebrar. Pero, independientemente de las causas que han generado el debilitamiento de ese género discursivo o del modo en que sea valorizado, lo que habrá que determinar es si se trata de un momento pasajero o de una muerte como otra tantas ya anunciadas por el pensamiento filosófico.
En tanto, el lector de estos libros, tiene ante sí dos documentos de gran valor que le permiten situarse como espectador y protagonista de la historia , que como sabemos, no sólo se realiza por el accionar de los hombres, sino también por sus discursos.